Ailen Paternina tiene 11 años y vive con su familia en el barrio San Blas de Petare. Durante los primeros meses de la pandemia de covid-19, cuando extrañaba a alguien que le explicara las tareas, comenzó a asistir a Shekinah, la escuelita de tareas dirigidas que fundó su tía Andreína Díaz en el barrio a la que asisten unos 45 estudiantes.
FOTOGRAFÍAS: JOHAN AZUAJE
Cuando empezó la pandemia, hace un tiempo, todo fue difícil para mí. Entre otras cosas, no podía aprender muy bien. Fue un gran cambio, de golpe, y sentía que todo era complicado. No entendía las tareas, y mi mamá no podía explicármelas porque ella tenía que irse a trabajar. A veces me desesperaba.
La maestra enviaba unas guías para estudiar por una aplicación que se llama Telegram. También las tareas las pasaba por ahí. Pero como yo en ese momento no tenía teléfono, las tareas las recibía mi mamá en un grupo que era solo para padres. Tenía entonces que esperar que llegara del trabajo para saber qué era lo que había que hacer.
Menos mal que el 2 de noviembre de 2020, cuando cumplí 10 años, me regalaron un teléfono para que pudiera comunicarme con mi maestra, con mi familia, y para que pudiera estudiar más fácilmente. Pero aun así se me hacía difícil. Yo quería ir a mi colegio. Quería estar rodeada de mis compañeros. Claro, tenía que entender que en ese momento no se podía.
Mi nombre es Ailen Paternina. Tengo 11 años. Vivo en aquí en el barrio San Blas de Petare. A mí me gusta vivir aquí porque estoy con mi familia, pero también me gustaría conocer Miami, en Estados Unidos, y que mi mamá, mis hermanos, mi abuela y mi tía también vayan conmigo, porque aquí a veces hay mucha violencia.
En el barrio hay gente que dice muchas groserías o niños que son maltratados, por eso mi abuela me cuida y me dice que no me vaya lejos, ni que salga sola, porque es muy peligroso.
Antes yo quería ser bailarina, pero ahora quiero ser diseñadora de modas, eso es lo que me gusta, es algo que me atrae mucho. Ese es mi sueño: hacer ropa, faldas, pantalones, vestidos. Ahorita no sé coser, pero quiero aprender. Me encanta ver en TikTok las cosas de moda, las tiendas, también los videos de gente que va de viajes.
A mí me gusta mucho estudiar, quiero aprender bastante para ser diseñadora y llevar a mi familia a otros países; que ellos aprendan otras cosas.
Mi comida favorita son las papas fritas, pero también me gusta mucho la comida de mi mamá; la avena y el arroz con leche le quedan muy ricos. Cuando los prepara en la casa nos peleamos por el pote, hasta que me lo como y no quiero dejarle a nadie.
En los primeros meses de la pandemia, pasaba mucho tiempo en casa. Hubo días en los que se me atrasaron las tareas porque no entendía mucho y era muy difícil no tener a quién preguntarle. Extrañaba a mi maestra, extrañaba que alguien me explicara.
Por eso, me alegré mucho cuando comencé a ir a Shekinah, la escuelita de tareas dirigidas que fundó mi tía Andreína, a quien por cariño le decimos mami Nina.
Me gusta mucho estar aquí. Me siento contenta, cuidada.
Mami Nina me ha enseñado desde que era más chiquita. Fue ella la que me enseñó a escribir. Bueno, primero me enseñó las letras: las vocales, el abecedario. También los números. Todo lo que sé es gracias a mami Nina y a la maestra Sandra. A las dos las quiero mucho, porque ellas no solo me dan clases en la escuelita, sino que también me cuidan cuando me siento mal.
En Shekinah también jugamos mucho. La maestra Sandra creó un juego con una cajita, que tiene varias fichas, nosotros metemos la mano y lo que salga hay que cumplirlo. Una de esas fichas dice: “Describe a tu mamá”.
Aunque lengua es lo que más me cuesta, y me llevo mejor con matemáticas, creo que puedo describir a mi mamá en una carta: es gordita, tiene los ojos verdes como mi abuela y el pelo amarillito. Es un poquito amargada, como yo, pero más amargado es mi papá. Mi papá es amargado porque está pasando por un momento duro, que es que mi abuela se murió el día del cumpleaños de mi hermanita, pero él a veces se ríe cuando juega con nosotros y a veces no. Mi hermanito de 1 año también le saca sonrisas, o lo hacemos entre mi hermana de 5 años y yo.
Cuando la pandemia estaba más fuerte a veces venía a la escuelita a ayudar a mami Nina con sus otros estudiantes, porque son bastantes. Mami Nina dice que ya tienen 45 alumnos y que le da felicidad ver que somos tantos.
Aquí en la escuelita me han pasado cosas bien bonitas, como conocer a Melany y Miguel, así como a otros niños, a algunos no los conocía tanto, pero a la mayoría sí porque somos de aquí mismo de Petare.
Ya las clases volvieron a ser como antes. O sea, estoy yendo a mi otra escuela también. Pero esa no es como esta. Por ejemplo, allá, si me enfermo, tienen que llamar a mi mamá. Aquí no porque está mi abuela y me puede atender, o también mami Nina o Sandra. Si me enfermo, mami Nina me acuesta, me da una pastilla o me lleva a casa de mi abuela que queda debajo.
En esta escuelita me siento como en mi casa.
A pesar de que ya regresamos a la escuela, a mí me gustaría seguir viniendo a Shekinah. Es que aquí nos divertimos. Las maestras nos llevan de paseo, hacen juegos, aprendemos mucho, mucho. El antepenúltimo paseo fue para el Ávila y en el último fuimos a una piscina. También fuimos a la casa Borges, que está aquí en Caracas. Es una casa grande que tiene muchos rincones para usarlos de escondites, es súper bella. No sabía que existía esa casa. Cuando la vi pensé que ahí vivía el presidente, no sé, el alcalde. Eso me dio mucha risa.
Shekinah es muy diferente de mi otra escuela, donde voy con uniforme. Aquella es una escuela religiosa y las niñas estamos separadas de los niños. Ni siquiera en el recreo podemos compartir con ellos. No sé por qué nos separan, pero los niños están abajo y las niñas estamos en uno de los pisos de arriba. Ya me acostumbré a que sea así, solo vemos a los niños en la hora de la salida. Me gusta que uno no se siente como cerca de los niños, porque los niños a veces no dejan hacer nada a las niñas.
Ahora que tengo dos escuelas, creo que mi felicidad es doble. En 6to grado las maestras están poniendo cosas nuevas con las que me llevo un poquito bien. Ahora voy de nuevo al recreo y comparto con mis amigas. Algo que me gustaría de mi escuela es que tenga un parque más grande con un baño en el patio para que el que quiera hacer pipí no tenga que aguantar, porque así podemos jugar minutos extra.
Aunque con mami Nina y la maestra Sandra, hasta cuando jugamos estamos aprendiendo. Por eso me gusta tanto estar ahí.