Un grupo de profesionales idearon un noticiero sobre ruedas para combatir la desinformación creciente en Venezuela. Se asoman detrás de un marco de cartón y leen noticias en los autobuses. Comenzó como un simbólico informativo el día que RCTV, el canal más antiguo del país, cumplió una década fuera del aire. Meses después está por convertirse en un medio hiperlocal, con noticias que sean de utilidad para cada comunidad que las escuche.
Fotografías: Martha Viaña Pulido
Son las 10:30 de una mañana soleada. No hay tráfico en la Avenida Francisco de Miranda. Al borde de esa vía que atraviesa Caracas de este a oeste, en una de las paradas del transporte público, hay un grupo de mujeres periodistas. Visten jeans y zapatos deportivos. Cargan consigo un marco negro, de cartón, que emula la pantalla de un televisor, en cuyo borde superior tiene incrustadas unas letras azules que dicen: “El Bus TV”.
Las periodistas observan los buses que transitan por la avenida. Algunos van repletos de gente. Cuando pasa uno a medio llenar, Laura Helena Castillo, una de ellas, exclama:
—¡Vamos a esa, vamos a esa!
Todas corren hacia el vehículo.
—¿Podemos decir unas palabras? —le pregunta al conductor desde la puerta.
Él, sin mirarla, asiente con la cabeza. Entonces todas se suben y se acomodan al principio del pasillo. Retumba un reguetón.
—¿Y le puede bajar un poco a la música?
Apenas la estridencia cesa, Abril Mejías, otra de las periodistas del grupo, alza el marco. Y allí, como si fuera una ventana, se asoma Laura Helena. Guion en mano, después de un saludo breve —“Buenos días, este es El Bus TV y estas son las informaciones”—, comienza a narrar noticias.
De 65 mil autobuses que hay en Caracas, 45 mil están accidentados por fallas de repuestos. Cada caucho cuesta más de 5 millones de bolívares, tienen una vida útil de seis meses y cada camioneta necesita seis. Son datos de la Federación Nacional de Transporte.
Algunos pasajeros, que hasta hace segundos parecían distraídos, vuelven la mirada al noticiero.
En el año han dejado de circular ocho periódicos por falta de papel. Entre 2013 y 2017, once han cerrado definitivamente por este motivo. Son datos del Instituto Prensa y Sociedad.
—En la parada, por favor —se escucha que alguien dice.
El carro se detiene.
Un señor paga el pasaje, se baja. Un joven se sube, se sienta: observa el noticiero.
La inflación de octubre fue de 50%. El economista Asdrúbal Oliveros recomienda que cuando el dinero pierde rápidamente su valor, las personas deben tratar de comprar productos no perecederos y endeudarse en bolívares.
La camioneta acelera y produce un ruido que ahoga casi por completo la voz de la narradora. Ella intenta inútilmente hablar más fuerte. El vehículo cae en un hueco, se balancea. Laura Helena y Abril deben sostenerse de un tubo del bus para no perder el equilibrio. El noticiero, sin embargo, no se detiene.
La escasez de alimentos afecta más la nutrición de las mujeres que la de los hombres. En 53% de los hogares se come solo una o dos veces al día y son los hombres los que suelen alimentarse con proteínas. Es uno de los hallazgos del informe “Mujeres al límite”, de las organizaciones Freya, Cepaz, Avesa y Mujeres al límite.
Después de 12 noticias —breves, directas— la emisión finaliza así:
Mientras tanto, las panaderías continúan sin pan. Esto fue El Bus TV. Seguiremos informando. Muchas gracias.
Suenan aplausos. Un pasajero susurra: “Ajá, no hay pan, no hay pan”. Otro, mirando al de al lado, comenta: “Sí, uno ya no come proteínas”. Mientras eso sucede, las periodistas, después de intentar pagar el pasaje (“dejen así, no hace falta”, les dice el chofer con una media sonrisa) se bajan del colectivo, para ir a otro a leer las mismas noticias.
A Claudia Lizardo —redactora creativa y productora— le vino la idea, como una revelación, en medio de un día lúgubre. Era mayo de 2017 y Caracas —y Venezuela toda— se estremecía con protestas callejeras en contra del presidente Nicolás Maduro, las cuales eran disueltas con fiereza por fuerzas de seguridad del Estado.
De regreso de una de esas manifestaciones, Claudia y su compañero Nicolás Manzano —cineasta— se montaron en un bus, dejando atrás un horror: una nube ácida y pútrida de gas lacrimógeno, detonaciones y gente —mucha gente— corriendo. Entraron desaforados; pero notaron que quienes allí se trasladaban parecían aislados de lo que afuera sucedía.
—Esta gente seguramente no está enterada de lo que está pasando.
—Sí, hay que hacer algo.
Entonces a Claudia se le ocurrió. Pensó que había que acercarle la noticia a la gente, así fuera allí mismo, sobre los colectivos. Eso era, eso era.
Claudia había estado asistiendo a reuniones del Laboratorio ciudadano de la no violencia, una iniciativa de la sociedad civil que surgió en medio de ese violento torbellino colectivo, para conceptualizar, potenciar e intercambiar formas contundentes de protesta pacífica. Claudia comentó su idea allí. La gente necesita informarse de lo que está pasando, insistió.
Laura Helena Castillo, periodista de dilatada trayectoria en medios venezolanos, iba con frecuencia a esos encuentros, pero no había coincidido nunca con Claudia. Ahí, días después, expresó que a ella le inquietaba la desinformación creciente en el país. Alguien le dijo que una joven que solía asistir a las reuniones, llamada Claudia Lizardo, tenía la misma inquietud, que la contactara a ver si concretaban algo juntas.
Laura Helena le escribió a través de Twitter. Días después se reunieron y de inmediato hicieron clic. Afinaron el concepto: un noticiero sencillo, con informaciones breves, detrás de la pantalla de un marco que hiciera las veces de televisor. Siendo así, no había posibilidad de interactuar con la audiencia. Si se producía un debate, que fuera entre los pasajeros.
En ese mismo encuentro hallaron el nombre que tendría la actividad. Acordaron realizarla en la Avenida Francisco de Miranda, porque en esa vía confluyen muchas líneas de transporte público, lo cual garantizaba llegarle a personas de distintos puntos de la ciudad. Y revisaron el almanaque para decidir cuándo comenzar. “Puede ser el sábado próximo”, pensaron.
De inmediato se dieron cuenta de una pasmosa paradoja. Ese sábado era 28 de mayo, día en que se cumplía una década de la salida del aire de Radio Caracas Televisión —RCTV—, el canal más antiguo del país, al que el entonces presidente Hugo Chávez no le renovó la concesión de continuar operando. Así que —acaso como una simbólica resurrección— El Bus TV tenía que arrancar ese día.
Aquel 28 de mayo se reunieron en la planta baja de un edificio. A Claudia, Laura Helena y Nicolás se unieron Víctor Rodríguez, María Gabriela Fernández y Abril Mejías. Unos eran periodistas, otros cineastas, otros actores. Casi ninguno se conocía. Llegaron muy temprano y entusiasmados, revisaron las noticias, practicaron la lectura, confeccionaron el marco que serviría de pantalla —el mismo que todavía usan— y fueron a subirse a las camionetas. Uno sería el ancla, otro sostendría el marco, otro haría fotos y videos, y los otros dos estarían atentos a lo que sucediera en los colectivos durante el noticiero. Todos estaban nerviosos.
Buenos días, esta es la primera emisión de El Bus TV. Hoy se cumplen 10 años del cierre de Radio Caracas Televisión. La marcha de hoy es por el derecho de todos los venezolanos a la libertad de expresión y de información, sea cual sea su postura política.
El presidente Nicolás Maduro anunció que quiere cambiar la Constitución de Hugo Chávez sin consultar a los venezolanos a través de un referendo.
Una bomba lacrimógena puede llegar a costar 40 dólares. Al cambio del dólar paralelo, cada una le cuesta al país 200 mil bolívares, es decir: cada bomba lacrimógena equivale a un salario mínimo integral.
Lo repitieron ese día en 15 autobuses, en sus idas y vueltas por la Avenida Francisco de Miranda. La emisión terminaba diciendo: “Seguiremos informando”. No era una frase puesta al azar, sino un guiño consciente hacia RCTV, pues esa era la coletilla que durante muchos años utilizó El Observador, el noticiero de la desaparecida televisora. Y así se ha seguido despidiendo desde aquella jornada inaugural. Ese día apenas una pasajera se atrevió a increpar la actividad, pero alguien que viajaba en la unidad reaccionó:
—¡Debe ser que tú tienes comida en tu casa!
Al finalizar cada noticiero, recibieron aplausos. Los jóvenes, sorprendidos, entendieron ese gesto de aprobación como una señal de que iban en la dirección correcta. Se plantearon repetirlo otros días, muchas veces más. La declaración de principios era que la noticia tenía que rodar.
Y otros días y muchas veces más las noticias de El Bus TV han rodado. En esta mañana luminosa de noviembre de 2017, Laura Helena está sentada cerca de una parada de autobuses de la misma avenida donde todo comenzó. Allí, a la sombra de un árbol, saca la cuenta de los estados por los que ha circulado el noticiero.
—Mérida, Lara, Carabobo, Anzoátegui, Aragua, Barinas.
Han sido grupos que espontáneamente se han ido animando a replicarlo en esos estados, siempre con la aprobación y la asesoría del equipo de Caracas.
—Es un noticiero, no una protesta —se apura la periodista—. Lo que pasa es que aquí se ha criminalizado tanto el oficio de informar que pareciera que narrar noticias es un acto subversivo. No nos interesa la confrontación política. Cuidamos el lenguaje, no queremos que nos etiqueten como de un lado o del otro: lo que queremos es informar. Sabemos que muchas de las personas que nos escuchan no encuentran esas noticias en los medios tradicionales. No todo el mundo tiene Internet y cada vez hay menos medios.
Varios de los miembros fundadores del equipo ya no están. Algunos porque migraron a otros países, otros porque están en proyectos distintos. Pero quienes quedaron decidieron no dejar morir El Bus TV.
—No sabemos cómo se mide el impacto de una iniciativa así, pero tenemos la certeza de que ha sido bien recibida. Son pocas las experiencias de rechazo. Una vez, por ejemplo, en una vía por el centro de Caracas, nos gritaron que éramos “El Embus- TV”. Nos dio mucha risa. Pero son casos muy esporádicos. Lo que suele ocurrir es que nos aplauden, que no nos cobran el pasaje, que nos cobran solo la mitad; o que los pasajeros, sin que nos demos cuenta, nos lo pagan.
Por la buena acogida, los que quedaron del equipo original comenzaron a soñar en que El Bus TV se convirtiera en un medio autosustentable: en un noticiero hiperlocal que se extienda por muchas vías del país, con informaciones útiles para cada comunidad donde se produzca. Que la noticia sea, genuinamente, un servicio público. Para hacerlo realidad, Laura Helena y Claudia renunciaron a su trabajo de oficina, y Abril le dedica buena parte de su tiempo.
—Esto requiere concentración. Nos gustaría hacer El Bus TV todos los días, pero hemos estado organizándonos, evaluando varios modelos de negocio, tratando de entender el lenguaje del mundo del emprendimiento; cosas para las que a uno no lo forman. Estamos viendo cómo crecer.
Hay una fórmula que ya han comenzado a ensayar: que estudiantes de comunicación social de distintas universidades, después de un entrenamiento del equipo matriz, hagan El Bus TV en las rutas de transporte de sus propias comunidades, como parte de su Servicio Comunitario. Y tienen muchas ideas más: hacer alianzas con cooperativas de transporte, tocar puertas para encontrar financiamiento, hacer una página web con la estética de las camioneticas. Todo para que la noticia no deje de rodar.