En febrero de 2018, luego de un apagón eléctrico de varias horas, seis neonatos murieron en el Hospital Pediátrico Menca de Leoni del estado Bolívar, en el sur de Venezuela. El doctor José Ángel Chavero, jefe de la Unidad de Neonatología, no estuvo en la emergencia, pero, desde la distancia, le hizo seguimiento. A los días, fue llamado a declarar en el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas.
ILUSTRACIONES: LUIS ESTEVES
El Hospital Pediátrico Menca de Leoni es una moderna estructura de tres pisos de concreto, ventanales, largos pasillos y paredes de cerámica nívea, interrumpida solo por detalles en madera y cobre. Anexo, pero independiente, del Hospital Doctor Raúl Leoni, fue fundado en 1986, en San Félix, estado Bolívar. En aquel entonces, era el único pediátrico del sur del país.
Durante sus primeros años, atendía entre 200 y 300 pacientes diarios, provenientes de Bolívar, Delta Amacuro, Monagas, Anzoátegui e, incluso, de Caracas. El doctor José Ángel Chavero, pediatra neonatólogo, fue jefe de la Unidad de Neonatología y recuerda bien ese tiempo:
—Excepcionalmente había que pedirle a los pacientes o familiares insumos para atenderlos: lo que uno tenía que hacer era bajar a los depósitos y allí había todo lo que se necesitaba.
Ahora, décadas después, todo ha cambiado: el hospital es una estructura llena de escombros, vigas y trozos de techo raso desprendidos. Hay historias médicas tapizando el piso y un letrero que anuncia el nombre del Menca de Leoni cubierto por maleza.
Es el 14 de febrero de 2018. Al deterioro de la infraestructura se le suman la escasez de insumos médicos y las persistentes fallas en equipos. Además, han reaparecido enfermedades que habían sido erradicadas, como difteria, sarampión y malaria. En los retenes hay pocas incubadoras. Algunos bebés han contraído infecciones hospitalarias. Ha aumentado la mortalidad neonatal: en 2017 fallecieron 76 pacientes; en 2018, 87. No es una situación ajena a otros centros de salud. El 9 de mayo de 2017, el Ministerio del Poder Popular para la Salud emitió un boletín en el que se afirmaba que 11 mil 466 neonatos murieron durante 2016, lo que significaba un incremento del 30,12 por ciento con respecto a 2015. Pocos días después de que se diera a conocer ese informe, la ministra de salud, Mariela Caporales, fue despedida.
Son las 12:00 del mediodía. Seis neonatos están conectados a ventilación mecánica para reemplazar o soportar la función normal de sus órganos respiratorios. De pronto, las máquinas se detienen porque hay un corte en el servicio eléctrico.
Es un apagón, uno más de los tantos que suceden en el estado Bolívar.
Según el protocolo, hay que encender la planta eléctrica de emergencia. Lo intentan pero el aparato no enciende. Normalmente los ventiladores mecánicos tienen una batería que debe mantenerlos funcionando durante al menos dos horas. Pero estas están dañadas. Los médicos y enfermeras de guardia buscan una alternativa: dan a los bebés ventilación a presión positiva. Bombean oxígeno con un ambú, una esfera de plástico que tiene en sus extremos una bolsa y una mascarilla, unidas por válvulas.
Es una forma de reanimación manual. Rítmico, hacen que el oxígeno suba y baje por entre las entrañas de los neonatos. No es suficiente. Es complejo igualar los parámetros fijos necesarios para cada recién nacido. Además, hay poco personal para atender la emergencia. Eso complica aún más las cosas. La urgencia se prolonga: pasan 1, 2, 3 horas y el servicio eléctrico no se reestablece.
Cuando vuelve, 4 horas después, las máquinas siguen fallando.
Las 8 horas siguientes intentan mantenerlos con vida a través de la reanimación.
Pero en el transcurso de 12 horas, fallecen.
La directiva, al día siguiente, cerró la Unidad de Neonatología.
Medios regionales y nacionales difundieron la noticia.
Algunos no identificaron la fuente. Otros atribuyeron la información al doctor José Ángel Chavero, aunque él no les declaró. Es que ni siquiera estaba en el hospital aquel día de la emergencia. Supo de lo sucedido porque los médicos de su unidad le informaron y entonces, como jefe, dio algunas instrucciones e hizo seguimiento a los acontecimientos.
El Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) citó a todos los neonatólogos, algunas enfermeras y, aunque no labora en el hospital, a Hugo Lezama, secretario del Colegio de Médicos.
Interrogaron al doctor Chavero: ¿qué se hace en caso de que no haya luz? ¿Cómo se reanima a un paciente? ¿Por cuánto tiempo se le da ventilación positiva?
Chavero sintió que lo iban a dejar preso, sobre todo cuando le preguntaron:
—¡¿Por qué diste la rueda de prensa?!
Pero esa rueda de prensa a la que se referían no ocurrió jamás.
Lo reportado a través de los medios de comunicación locales provino de diferentes fuentes: médicos y enfermeras que laboraban en el pediátrico y solían denunciar situaciones internas que se vivían allí. Lo hacían de forma anónima, porque sobre el hospital caía un manto de opacidad: tenían prohibido hablar con periodistas, pedir medicamentos a los familiares de los pacientes, recibir donaciones, atender a visitadores médicos. Varios médicos solían quejarse, también de forma anónima, que las autoridades llegaron a solicitarles que modificaran actas de defunción para ocultar los motivos de los fallecimientos.
Durante dos meses el Cicpc intentó abrir un expediente.
La Fiscalía citó a Chavero dos o tres veces más, y él asistió, pero el fiscal no se presentó en ninguna de esas ocasiones. Aunque no lo volvieron a citar, Chavero se desanimó. Ya no quería ir al trabajo. Al subir a su carro, mientras conducía, miraba por los retrovisores hacia la carretera, y sentía que de un momento a otro una patrulla le iba a trancar el paso para llevárselo detenido.
Poco después de lo sucedido con los neonatos, el 8 de abril, la Gobernación del Estado Bolívar ordenó cerrar las puertas del pediátrico con la promesa de volver a abrirlas pronto. Clausuraron sus áreas y dejaron de recibir pacientes.
El pediátrico se volvió un cúmulo de escombros, vidrios y cenizas. Al principio, los trabajadores permanecían dentro de las instalaciones para cuidarlas, pero luego les pidieron que se fueran “por su seguridad”, y pronto grupos delictivos comenzaron a desvalijar el edificio.
Los médicos salían a las calles a marchar, para llamar la atención y exigir que se volviera a abrir el hospital. Pero no hubo respuestas, únicamente una nota de prensa de la Gobernación en la cual se indicó que invertirían 100 mil millones de bolívares para recuperar la infraestructura. Pero el tiempo pasó y el estado del pediátrico solo empeoró, al igual que la situación de los médicos, que se fueron cansando de salir a las calles a manifestar.
Compañeros de trabajo de Chavero le comentaron que, en una concentración a la que él no asistió, un guardia nacional preguntó de forma insistente por él:
—¿Quién es el doctor Chavero? ¿Dónde está el doctor Chavero?
Más tarde, recibiría una llamada desde Caracas, la llamada de un familiar cercano a algunos grupos militares:
—Esto me dijeron: “¿Chavero? ¿Tú eres familiar? Están pidiendo la cabeza de tu primo”.
En 2019, Chavero pidió un traslado al Hospital Uyapar. Se fue.
“Hoy terminé mi jornada de trabajo con lágrimas en los ojos, como cualquier otro día”, escribió en una historia íntima que conserva sobre aquellos años.
El 23 de mayo de 2024, el gobernador Ángel Marcano visitó el pediátrico y a través de una publicación en su cuenta de X (@amarcanopsuv) anunció el inicio de una serie de trabajos para la recuperación de la infraestructura. En marzo, había sido inaugurada una sala de emergencia pediátrica en el Hospital Doctor Raúl Leoni, que incluía áreas de hospitalización y terapia intensiva pediátrica. Sin embargo, hasta ese momento contaban con una sola incubadora para los pacientes prematuros.
Esta historia fue producida en la segunda cohorte del Programa de Formación para Periodistas de La Vida de Nos.