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Quieren que vuelva con ellos a Barranquilla

Samir Aponte | 17 ago 2019 |
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En una casa construida con ramas, palos, bolsas de basura y cartones, en una de las intersecciones de la Vía Alterna, en Barcelona, vive una familia conformada por dos adultos y dos niños. Con esta entrega, el fotógrafo Samir Aponte cierra la serie Fuera del censo de Dios, en la cual busca una aproximación a la cotidianidad de los olvidados de esa ciudad del oriente del país.

Fotografías: Samir Aponte

 

Aunque recientemente la bautizaron como avenida Argimiro Gabaldón, toda la vida ha sido conocida como la Vía Alterna. Es una arteria vial que sirve de desahogo a la avenida Intercomunal de la ciudad de Barcelona, en el estado Anzoátegui. Por ahí transita todo el transporte de carga pesada que viene de otros estados del país, para evitar el caos de Barcelona. De allí el nombre por el cual siempre se le ha conocido.

A pocos metros del puente del Hospital Universitario Doctor Luis Razetti, en una intersección de esta vía que comunica la residencia El Samán con una zona rural conocida como El Rincón, hay una lomita. Coronando esa loma hay un rancho hecho con materiales de desechos como ramas, palos, bolsas de basura y cartones. En su interior, de no más de cuatro por cuatro metros, viven Jackelin Ester Ortega, de 48 años, y su esposo, Carlos Javier Velásquez, de 47, junto a sus dos nietos: Yosuel, de 8, y Yonder, de 6.

Jackelin Ester y Carlos Javier encabezan una de las tantas familias invisibles que padecen la dura tarea de conseguir, con todo en contra, el sustento diario en lo que era una próspera ciudad de un próspero país.

La pareja tiene más de un año viviendo en este espacio, después de haberlo hecho en varios sitios de la ciudad, de los que siempre tuvieron que partir. Dicen estar “muchísimo mejor” ahora. Al menos pueden estar tranquilos, porque de allí no los corren.

Jackelin Ester asegura que en el año que tienen ahí, prácticamente ningún organismo los ha visitado para brindarles ayuda. La única visita que han recibido, según cuentan, fue el 25 de diciembre de 2018, a la 1:00 de la madrugada, cuando unos funcionarios del Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes llegaron a estudiar el lugar y a los menores de edad. Les dijeron que la visita se debía a las condiciones en las que ellos se encontraban.

“No nos dieron muchos detalles. Solo conversaron con nosotros, les obsequiaron algunos regalos a los niños y luego se fueron.”

 

Carlos Velásquez trabaja de vigilante en una empresa de seguridad, pero por falta de botas fue suspendido. Desde entonces se las arreglan para sobrevivir como pueden.

Como me dedico a documentar las vidas de personas que viven en estas condiciones tan precarias, en una ocasión subí algunas fotos de esta familia a las redes sociales y a partir de ahí mucha gente de la zona se sumó a este proyecto de ayudar y conseguir donaciones para ellos y para otros de entre los más necesitados de la ciudad.

En esos días les llegaron ropas para los niños y para ellos, así como algunos alimentos para que pudieran tener al menos una buena comida diaria.

 

Carlos no habla mucho. Jackelin, en cambio, conversa de su vida con facilidad. Por ella me enteré que nació en Barranquilla, Colombia. Que su mamá tiene años que falleció y que su papá (un militar retirado con una posición económica holgada, según cuenta ella) todavía se encuentra en aquella ciudad.

Esta mujer sostiene que, pese a la difícil situación, se queda en Venezuela, porque ella le agradece mucho a este país. Al comienzo del gobierno de Hugo Chávez obtuvo la nacionalidad venezolana. “Por eso le agradezco mucho a los venezolanos”, insiste.

Jackelin tiene múltiples fracturas en su pierna derecha. La tiene llena de tornillos entre la tibia y los tobillos, debido a un accidente de tránsito.

Cuando le pregunto acerca del accidente ella afirma que cuando su padre, que era un hombre de mal genio, descubrió sus planes de venirse a vivir a Venezuela, la corrió furioso. “Me dijo hasta del mal que me iba a morir”.

La noche siguiente ocurrió el accidente en el que se rompió las piernas.

 

El mundo da muchas vueltas. Luego de haber subido algunas fotos de esta familia en las redes sociales, una hermana de ella la vio en las fotos y lograron contactarla. Allí se enteró de que el padre está muy enfermo y la mandó a llamar. Quiere que vuelva con la familia a Barranquilla.

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Esta historia fue producida dentro del programa La vida de nos Itinerante, que se desarrolla a partir de talleres de narración de historias reales para periodistas, activistas de Derechos Humanos y fotógrafos de 16 estados de Venezuela.

Samir Aponte

Caraqueño de nacimiento y oriental de corazón. Soy técnico superior universitario en diseño gráfico. Actualmente trabajo como reportero gráfico del diario El Tiempo y como creativo visual de la Organización Marinos de Anzoátegui.
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