Cuando Daniela Bustamante asistió a la primera clase de sus estudios de fisioterapia en la extensión La Guaira de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez, no tenía idea de que sería recibida en un viejo edificio sin pupitres ni condiciones mínimas para funcionar. Esto ha provocado que muchos compañeros se hayan retirado.
ILUSTRACIONES: WALTHER SORG
El primer día de clases siempre se recuerda con especial agrado. Nos enfrentamos a retos desconocidos, comenzamos a hacer nuevos amigos y descubrimos un poco más de lo que somos capaces de afrontar cuando nos trazamos una meta. Esto último, sobre todo, es lo que a sus 19 años de edad recuerda Daniela Bustamante.
El 19 de septiembre de 2022, su primer día de clases en la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez (Unesr), extensión La Guaira, Daniela fue recibida, junto a 127 de jóvenes más, en el viejo y pequeño edificio del Liceo Bolivariano Mariano Montilla, detrás del 5to bloque de la Urbanización 10 de Marzo, en la parroquia Carlos Soublette del antiguo estado Vargas.
Los recibió la coordinadora académica, con una sonrisa forzada y algo de nervios.
—¡Muchachos, sean todos bienvenidos! Nos sentimos muy felices de que hayan seleccionado nuestra casa de estudios como su universidad, ya que a partir de ahora somos una familia.
Daniela y sus nuevos compañeros se vieron extrañados.
—¿Es acá donde tendremos que ver clases? —preguntó balbuceando uno de los estudiantes.
—Sí. Sabemos que no es lo que se esperaban o imaginaban, pero debido a ciertos problemas, tuvimos que conseguir prestado este espacio, así que pongamos nuestra mejor actitud para esta nueva experiencia.
Todos se vieron las caras, algunos asombrados y otros decepcionados. Ciertamente, no se esperaban que en aquellos espacios no hubiera ni pupitres ni escritorios, y que las cuatro aulas de clases de la edificación de dos pisos fueran salones vacíos con viejas pizarras. Sin electricidad ni agua por tubería, y con filtraciones en el techo por falta de impermeabilización, aquella debía convertirse en su segunda casa, al menos por tres años, si Daniela deseaba conseguir el título de técnico superior universitario en fisioterapia.
Una universidad sin sede, en lo que quedaba de un liceo, era todo lo que había. Y de ello siguieron conversando, incluso preguntándose si tenía sentido seguir adelante.
Dos semanas después, la mañana del 3 de octubre, los nuevos estudiantes tenían que presentar su primera evaluación. Algunos se encontraban repasando sus apuntes, otros conversando sobre las posibles preguntas que les harían en el examen, y otros sencillamente charlando sobre su fin de semana.
—Yo nunca me imaginé que la situación sería tan complicada, y no lo digo tanto por lo difícil de la carrera, sino por el contexto en el que debemos recibir clases —dijo María.
Daniela la escuchaba a pocos pasos.
—Yo por momentos pienso igual. No obstante, el compromiso que adquiriste contigo misma debe ser más importante que todo esto que nos puede estar perturbando —le dijo convencida.
Pero María era menos optimista.
—Chama, no me puedo imaginar seguir viendo clases en estas condiciones. Siento que ya he aguantado mucho. Quizá, ahora podría estar haciendo algo mejor por mí o por mi hijo que está en la casa.
Con sus uniformes azul rey, entraron al salón y se sentaron en el piso lo más retirados posible los unos de los otros, pues la evaluación comenzaba. Daniela prefirió escribir sobre sus piernas, mientras otros, vencidos por la incomodidad, lo hicieron apoyados directamente en el suelo.
Fue el último día que vieron a María. Luego supieron que en una de las respuestas del examen había escrito: “Esta me la sé, pero me da lo mismo si respondo bien o mal. Ojalá mis compañeros puedan aguantar más que yo”.
Y como ella, paulatinamente otros 10 compañeros claudicaron.
Daniela practica básquet y fue a raíz de una lesión en el tendón nodular de la rodilla, además de una fractura de cadera que tuvo su abuela, que descubrió que podía ayudar a otros y se interesó en estudiar fisioterapia. Ambas tuvieron que cumplir con una rehabilitación, pero fue la abuela quien sufrió más debido a la magnitud del daño y a la edad.
—¡Ya sé que voy a estudiar! —le dijo a su mamá la mañana del sábado 4 de junio de 2022, luego de unas horas frente a la computadora convenciéndose de lo que haría cuando se graduara de bachillerato—. ¡Me encantaría ser fisioterapeuta! He podido comprobar que es un área de la salud bastante demandada, pero con pocos profesionales ejerciéndola.
Su madre puso en ella la decisión. Solo le sugirió que no dejara de tener en cuenta otras opciones de estudio en La Guaira, donde Daniela vive desde que nació. Pero no había más que pensar.
—Es que ya me imagino atendiendo a mis pacientes, y haciendo lo que Marcos logró con mi abuela y conmigo cuando estuvimos lesionadas —dijo, refiriéndose al fisioterapeuta que las atendió—. Creo que serían muchísimas las personas que podría ayudar.
Un mes después, la Oficina de Planificación del Sector Universitario (OPSU) dio a conocer las asignaciones por carrera en todas las universidades públicas del país. Daniela ocupaba el 2do lugar para estudiar lo que quería.
Claro, entonces no sabía en qué condiciones lo haría.
No sabía que las distintas extensiones de las universidades que funcionan en La Guaira carecen de sedes propias, así como no sabía que la Ciudad Universitaria de La Guaira, donde se reunirían todas estas extensiones, era una gran promesa incumplida.
El 29 de octubre de 2021, durante su campaña como candidato a la Gobernación de La Guaira, José Alejandro Terán prometió culminar este proyecto de su antecesor, Jorge Luis García Carneiro.
—Esta será mi primera obra de gran inversión, ya que contamos con el espacio, sabemos cuánto nos cuesta y también cómo vamos a conseguir los recursos —dijo Terán desde una tarima, ganándose adeptos a su propuesta de gobierno entre personas del ámbito académico de la región.
Sin embargo, el proyecto no se ha concluido. Y hoy, los 4 mil 670 bachilleres de la Unesr, que cursan las carreras de fisioterapia, medicina veterinaria, educación inicial e integral, y administración de empresas, deben recibir clases en una iglesia cristiana y en 5 planteles de educación primaria y secundaria de las parroquias Maiquetía, Carlos Soublette y Urimare. Su matrícula es la más numerosa de las 24 sedes de la Unesr distribuidas en todo el país. Podría considerarse un núcleo y no una extensión, pero esto no es posible precisamente por carecer de un espacio propio.
En la misma situación se encuentran las extensiones de la Universidad Nacional Experimental Politécnica de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, con 1 mil 310 estudiantes; la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad, con 698; la Universidad Experimental de las Artes, con 255; la Universidad de las Ciencias de la Salud Hugo Chávez Frías, con 1 mil 100; la Universidad Bolivariana de Venezuela, con 697; y la Universidad Nacional Experimental de la Gran Caracas, con 2 mil 047.
Son 10 mil 777 bachilleres, entre los que se encuentra Daniela, que anhelan ver construida la Ciudad Universitaria.
El 15 de noviembre de 2023, los estudiantes del 1er año de medicina veterinaria se acercaron a la oficina del director de la extensión de la Unesr, Robert Jurado, para informarle que, una vez más, no tenían un salón donde recibir clases.
—¡Muchachos, no pasa nada! Lo mismo de siempre, tocará ver clase afuera en las áreas verdes del plantel —les respondió.
—Profesor, pero es que ya está comenzando a llover —se quejó una de las chicas—. No es justo que tengamos que ver clase allá afuera cuando hay salones que no están siendo utilizados.
Se encontraban en el Liceo José María Vargas, en la parroquia Carlos Soublette, donde les habían asignado siete aulas que, sin embargo, no siempre estaban a disposición de los estudiantes de la Unesr.
—Yo hago lo que puedo, y ustedes muy bien lo saben —se excusó el director—. Lo mejor será suspender la clase de hoy porque ciertamente pueden enfermarse.
Ya llevaban dos semanas suspendiendo clases por falta de un salón, lo que les hacía temer a los estudiantes que no terminarían de ver las materias ni mucho menos graduarse.
Jurado está al frente de la extensión desde el año 2019. Son muchas las reuniones que han tenido él y los otros directores de las distintas extensiones universitarias con el gobernador. Pero, a juzgar por las nuevas construcciones que han visto en la entidad, saben que la prioridad es potenciar el turismo, debido a que el 20 de julio de 2022, en la Gaceta Oficial Nro 6.710, La Guaira fue decretada como Zona Económica Especial. Las cintas costeras 13 de Abril y Paseo la Marina, la recuperación de la Ciudad Histórica de La Guaira, la remodelación de la plaza Vargas o Francisco de Miranda y la apertura de centros de diversión como karting, bowling y restaurantes parecen haber consumido todos los recursos.
Daniela cursa hoy 2do año de la carrera. Ninguna dificultad la ha distraído de su interés por graduarse. Desde su 1er día de clases, aquel 19 de septiembre de 2022, es mucho lo que ha hecho por movilizar a sus compañeros para que juntos lleguen a la meta y sortear no solo la falta de espacios donde recibir clases.
El 20 de noviembre del mismo año que iniciaron las clases, los estudiantes del 1er año de fisioterapia se reunieron en las adyacencias del Liceo Mariano Montilla. Se sentían nerviosos y preocupados.
—Chicos, debemos continuar haciendo las rifas. Todos sabemos que no es fácil, pero es la única forma que tenemos para pagarles a los profesores —exhortó Daniela a sus compañeros.
Luis, quien reside en Las Salinas, un sector retirado de la parroquia Catia La Mar, le respondió:
—No todos contamos con los recursos suficientes. Al no vender la cantidad de números que nos corresponda a cada uno, es un dinero que tendremos que pagar nosotros mismos.
—Lo sé, pero ya estamos en calidad de morosos. La última vez solo logramos recaudar unos 250 dólares.
Los muchachos debían reunir al menos unos 1 mil dólares si deseaban continuar cursando las cátedras inscritas. Los 82 docentes con los que cuenta la Unesr no reciben pago alguno por parte del Ministerio de Educación Universitaria, debido a que son una extensión. Todos se encuentran en calidad de colaboradores. En un acuerdo inicial, cada estudiante debía pagar 5 dólares a cada profesor como una forma de incentivo. Muchos estudiantes se retiraron al no poder pagarlos, mientras otros han recurrido a inscribir menos materias.
—Otra cosa, muchachos, debemos reorganizar de nuevo el calendario de limpieza del edificio. Recuerden que debe cambiar a finales de mes —agregó Daniela.
—Acá nada parece ser justo. Tenemos que pagar, comprar el agua para poder surtir los tanques y hasta limpiar nosotros mismos el edificio —le respondió nuevamente Luis, pero esta vez con indignación.
Desde que comenzaron la carrera han tenido que encargarse del mantenimiento del liceo donde reciben clases. En esto han empleado las 120 horas del servicio comunitario, a las que están obligados los estudiantes universitarios venezolanos para retribuir la inversión que hace el Estado en su formación y aplicar los conocimientos adquiridos.
Comenzando este 2024, el 10 de enero, Daniela llegó al edificio con una nueva idea. Habló con sus compañeros, no sin notar que había 5 menos de los que vio en los últimos días de clases en diciembre.
—Chicos, hablé con el profesor Robert para realizar algunos seminarios. Esto nos va a permitir tener un ingreso y así poder pagarles a los profesores.
Escéptico, Luis le salió al paso.
—Daniela, ya estamos cansados de buscar posibles soluciones que luego fracasan. ¿Estás segura que esto sí servirá?
—Bueno, nada perdemos con intentarlo. Además, acá nosotros estaremos en calidad de organizadores y en la parte de protocolo. El profesor Robert se encargará de buscar quiénes dictarán el seminario.
Y así lo hicieron. Aunque abrigando pocas esperanzas, los muchachos acudieron 20 días después al 1er seminario, que denominaron “Los nuevos retos de la investigación científica”. Con la actividad, a la que asistieron 95 personas, entre docentes y académicos de Miranda, Caracas y Carabobo, lograron recaudar 285 dólares.
—Muchachos, no logramos recaudar la cifra esperada de 500 dólares, pero estamos seguros de que tendremos otros seminarios y podremos ir sumando a más personas interesadas —les informó el director de extensión, intentando animarlos.
—Creo que la idea es no desistir —concedió Luis—. Hemos estado logrando mucho trabajando en equipo y así deberíamos continuar.
Entre aplausos y con la emoción del momento, Luis propuso escoger a Daniela como vocera del 1er año de fisioterapia, idea que todos apoyaron.
—Aún nos quedan dos años más para poder terminar, y estoy segura de que juntos podremos hacerlo —expresó Daniela conmovida.
Esta historia fue producida en la primera cohorte del Programa de Formación para Periodistas de La Vida de Nos.