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El momento del «cambio de suerte»

Alfredo Meza | 4 oct 2017 |
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Collage: Alejandra Jiménez

 

Entre el 5 de julio y el 27 de septiembre de 2017, La vida de nos publicó un conjunto de relatos elaborados durante el taller de periodismo narrativo que dirijo junto a Albor Rodríguez, con el auspicio de Cigarrera Bigott. Con el de este año llevamos ya nueve ediciones formando a jóvenes periodistas en las artes de la crónica y del relato de no ficción.

Es quizá de las experiencias más enriquecedoras que haya vivido como reportero y editor. Durante una semana, periodistas en sus primeros años de carrera, o colegas experimentados que desean ampliar su repertorio, trabajan durante varios días un texto hasta convertirlo en una pieza distinta. Pienso que nuestro aporte más importante es demostrarles que, además de talento, es posible, sin distorsionar los hechos, hacer un periodismo más profundo y atractivo para los lectores. La narración es un asunto de insistencia. Habrá, desde luego, quien lo haga con más eficacia y sepa escoger mejor la estructura y las palabras más convenientes a su objetivo. Pero en general, si se lo proponen, todos los periodistas pueden llegar a ser narradores.

A falta de una definición que las englobe, pudiéramos decir que estas 11 piezas publicadas son crónicas. Cada vez que se aluda a la crónica hay que comenzar por definirla. Para Albor y para mí implica una apuesta decidida por la narración, compuesta por escenas, que retrata a un personaje en toda su complejidad, y que abarca a otros géneros como el reportaje y el perfil. En ningún caso se trata de ejercicios meramente contemplativos o de reflexiones hechas desde la comodidad del escritorio. Es una condición esencial un trabajo de campo exhaustivo, con fuentes contrastadas, antes de sentarse a escribir. Se trata de historias que destaquen por el punto de vista que proponen, que no aspiran a ser objetivas sino honestas. Si el lector advierte esto en cualquiera de los trabajos estaremos satisfechos.

Desde luego, no todo material periodístico puede ser tratado con los recursos de la ficción. Las 11 historias de esta serie lograron identificar en su desarrollo el momento del “cambio de suerte” en la vida de las personas sobre las que tratan. Esto es fundamental para poder plantear situaciones, desarrollar a los personajes que las protagonizan y plantear el desenlace a sus conflictos. Son textos que trascienden el mero afán informativo porque explican y nos explican el complejo país que es Venezuela.

En este abanico de emociones que retratan la condición humana sobresalen las historias de María José Salcedo, quien cuenta el nuevo hito de la acérrima rivalidad entre el Deportivo Táchira y Caracas Fútbol Club; de Estefanía Reyes, que demuestra, a partir de los testimonios de enfermeras y de un informe médico, cómo se profundiza la locura en un siquiátrico; de Euseglimar González, quien revela la tragedia que supone vivir sometido a las arbitrariedades de una banda criminal de un barrio de Barquisimeto; o de Ana Karolina Mendoza, quien presenta una parte de la dimensión inabarcable de la Guajira venezolana.

He dejado para el final el breve comentario de las crónicas de Nilsa Varela, Charlie Barrera, Jefferson Díaz, Carmen Victoria Inojosa, Andrea Tosta, Norma Rivas y María Laura Chang. A todas las une la urgencia de contar el drama colateral de la peor tragedia que ha vivido Venezuela en su historia contemporánea. Son textos que demuestran las consecuencias de imponer, contra toda lógica, un proyecto delirante. Cualquier historiador que en el futuro quiera averiguar sobre el fracaso del socialismo real venezolano deberá leer estas siete piezas. He aquí la importancia de estas vidas anónimas.

En esta lista, las historias:

Nadie quiere ser el próximo, de María Laura Chang

Las 54 preguntas que Josefina debió responder, de Norma Rivas

Daniella y su batalla de cada día, de Jefferson Díaz

La sonrisa imborrable de Malvina Pesate, de Andrea Tosta

Casi dos kilómetros para poder comer algo, de Carmen Victoria Inojosa

Un mango solitario en el centro de la bandeja, de Charlie Barrera

¡Este pana se está muriendo!, de Nilsa Varela

En La Guajira quien no negocia no sobrevive, de Ana Karolina Mendoza

No hay feriados para el terror en La Sábila, de Euseglimar González

María quiere volver a casa, de Estefanía Reyes

93’10”, un instante para toda la vida, de María José Salcedo

 

 

Alfredo Meza

Mis textos han aparecido desde hace 23 años en revistas, periódicos y, más recientemente, portales. Después de 25 años me he reencontrado con el deportista que fui, una etapa que creía haber superado. Incipiente nadador de aguas abiertas.
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